No sé si es que me gustas o es una simple atracción que crece los días que no te puedo ver. Tu nombre aparece en mi mente, de repente, de la nada y sin tener nada que me recuerde a ti. Tus ojos azules son como el mar con la luz del sol, brillantes y llenos de vida, me pierdo en ellos en todos los momentos que he llegado a mirarte con esa sonrisa embobada en mi rostro. Cada vez que noto una sonrisa hacia mi o una mirada, siempre me ponía nerviosa hasta tal punto de moverme de la silla para apartar la mirada hacia el suelo, sintiendo mis mejillas arder por el calor adoptando un lindo color rosado, seguramente. Cada palabra de tu boca, saludo o algo, me hace ponerme despierta hacia mi alrededor, tu tienes algo que logra hechizar todos mis sentidos como nadie hacía. Sino estás, te busco con la mirada hasta ver un simple rastro de ti para quedarme tranquila por dentro. Estaba tan concentrada en eso que el mundo exterior dejaba de existir y me tenían que despertar con más de dos palabras o una revista ante mi campo visual. Yo solo reía nerviosa para hacerles caso en seguida, no me olvida de ti, de reojo buscaba algo que te identificara. Los días que iba, siempre te encontraba e incluso te quedabas hasta la noche, algo que me confortaba por dentro para seguir mirando cosas nuevas de ti. Soy tímida y nunca podré hablarte de algo que no sean los caballos, quizás estés muy lejos de mi alcance pero en mi mundo puedo ser feliz teniéndote a mi lado.
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